¿Cómo situarnos ante los cambios?

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Un punto de vista que puede ampliar nuestra perspectiva: la mirada de Alessandro Baricco

Nuestro tiempo está signado por grandes y acelerados cambios, en todos los órdenes, que modifican nuestro mundo y nuestra forma de mirarlo. Lo que llamamos “realidad” se desordena y reordena según nuevos paradigmas, y experimentamos contradictorios, sentimientos que oscilan entre el rechazo y la aceptación, la fijación en un pasado conocido y la apertura a lo nuevo y diferente. Pero sobre todo, lo que queremos, es “comprender” nuestro tiempo y nuestro mundo, para poder “situarnos” y readaptarnos.
Hay lecturas que pueden ayudarnos. Alessandro Baricco, en su libro Los bárbaros, nos dice que el asunto que le gustaría comprender es “en qué consiste la mutación que veo a mi alrededor” Y continúa explicando:
Si tuviera que resumirlo, diría lo siguiente: todo el mundo percibe, en el ambiente, un incomprensible apocalipsis inminente; y, por todas partes, esta voz que corre: los bárbaros están llegando. Veo mentes refinadas escrutar la llegada de la invasión con los ojos clavados en el horizonte de la televisión. Profesores competentes, desde sus cátedras, miden en los silencios de sus alumnos las ruinas que ha dejado a su paso una horda a la que, de hecho, nadie ha logrado, sin embargo, ver. Y alrededor de lo que se escribe o se imagina aletea la mirada de exégetas que, apesadumbrados, hablan de una tierra saqueada por depredadores sin cultura y sin historia. Los bárbaros están aquí.”
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photo credit: Viking via Flickr.com (license) de Hans Splinter
¿Será cierto que estamos ante una nueva barbarie? Baricco opina lo siguiente: “Veo algo que existe. Pero lo que existe yo no consigo contemplarlo con esos mismos ojos. Hay algo que no me encaja. Podría ser, soy consciente de ello, el normal duelo entre generaciones, los viejos que se resisten a la invasión de los más jóvenes, el poder constituido que defiende sus posiciones acusando de bárbaros a las fuerzas emergentes, y todas esas cosas que siempre han ocurrido y que ya hemos visto mil veces. Pero esta vez parece distinto. Es tan profundo este duelo, que parece distinto. Por regla general, se lucha por controlar los puntos estratégicos del mapa. Pero aquí, de una forma más radical, parece que los agresores están haciendo algo mucho más profundo: están cambiando el mapa. Tal vez ya lo han cambiado”. Compara este momento con los años en que nació la Ilustración, o cuando surgió el Romanticismo, situaciones que no tenían que ver con “movimiento de tropas ni con hijos que asesinaran a sus padres”, sino que “eran mutantes que sustituían un paisaje por otro, y allí fundaban su hábitat”.
Considera que “tal vez sea un momento de ésos”. Con su habitual creatividad y sentido del humor recurre a una metáfora: “Y esos a los que llamamos bárbaros son una nueva especie, que tiene branquias detrás de las orejas y que ha decidido vivir bajo el agua. Es obvio que nosotros, desde fuera, con nuestros pulmoncitos, tenemos la impresión de que se trata de un apocalipsis inminente. Donde esa gente puede respirar, nosotros nos morimos. Y cuando vemos a nuestros hijos anhelando el agua, tenemos miedo por ellos, y ciegamente nos lanzamos contra lo que únicamente somos capaces de ver, esto es, la sombra de una horda bárbara que se aproxima. Mientras tanto, los susodichos niños, bajo nuestras alas, respiran ya con dificultad, rascándose por detrás de las orejas, como si ahí hubiera algo que necesitara ser liberado. Es entonces cuando me entran las ganas de comprender. No sé, tal vez tenga algo que ver esta curiosa asma que cada vez más a menudo me asalta, y esta extraña inclinación a nadar largo rato bajo el agua, justo hasta que no encuentro en mí las branquias capaces de salvarme”.
¿Cuál es la actitud del autor ante esto? Lo expresa así: “En fin. Me gustaría mirar esas branquias de cerca. Y estudiar a ese animal que se está alejando de la tierra, y que se está convirtiendo en pez. Me gustaría examinar la mutación, no para explicar su origen (esto está fuera de mi alcance), sino para conseguir, aunque sea de lejos, dibujarla. Como un naturalista de los de antes, que dibuja en su cuaderno la nueva especie descubierta en un islote australiano”.
¿Cuáles son sus conclusiones?: “En cuanto al hecho de comprender, exactamente, en qué consiste esta mutación, lo que puedo decir es que me parece que se sustenta en dos pilares fundamentales: una idea distinta respecto a qué es la experiencia, y un emplazamiento distinto del sentido en el tejido de la existencia. El corazón del asunto está ahí, el resto es una colección de consecuencias: la superficie en vez de la profundidad, la velocidad en vez de la reflexión, las secuencias en vez del análisis, el surf en vez de la profundización, la comunicación en vez de la expresión, el multitasking en vez de la especialización, el placer en vez del esfuerzo. Un desmantelamiento sistemático de todas las herramientas mentales que heredamos de la cultura decimonónica, romántica y burguesa. Hasta el punto más escandaloso. La brusca laicización de cualquier clase de gesto, el ataque a la sacralidad del alma, sea lo que sea que esto signifique”.
Cuando intentamos definir lo que está sucediendo como “la invasión de los bárbaros” y nos levantamos para “denunciar la miseria de cada transformación-dispensándonos del deber de comprenderla-” estamos edificando una muralla (como la de China) y multiplicando nuestra ceguera en la idolatría de  una frontera inexistente pero que nosotros nos jactamos de defender.
. “No hay fronteras, creedme, no hay civilización de un lado, y del otro, bárbaros. Existe únicamente el borde de la mutación que va avanzando, y que corre por dentro de nosotros. Somos mutantes, todos, algunos más evolucionados, otros menos; hay quien está un poco retrasado, hay quien no se ha dado cuenta de nada, quien todo lo hace por instinto y quien es consciente, quien hace como que no lo sabe y quien nunca lo va a comprender, quien clava los pies en el suelo y quien corre alocadamente hacia delante. Pero ya estamos ahí, todos nosotros, a punto de emigrar hacia el agua”. Porque “cada uno de nosotros está donde está todo el mundo, en el único lugar que existe, dentro de la corriente de la mutación, donde a lo que nos es conocido lo llamamos civilización y a todo lo que aún no tiene nombre barbarie. A diferencia de otros, pienso que se trata de un magnífico lugar”.
Baricco piensa que “no hay mutación que no sea gobernable. Abandonar el paradigma del choque de civilizaciones y aceptar la idea de una mutación en curso no significa que deba aceptar cuanto sucede tal y como es, sin dejar la huella de nuestros pasos. Lo que llegaremos a ser sigue siendo hijo de lo que quisiéramos llegar a ser. Así que se vuelve importante el cuidado cotidiano, la atención, la vigilancia.” Amurallarnos es “inútil y grotesco”, sería más útil “una inteligente navegación en la corriente, todavía capaz de un rumbo, y de sabiduría marinera. No se trata de hundirse como saco de patatas. Navegar, ésa sería la tarea… Creo que se trata de ser capaces de decidir qué hay, en el mundo antiguo, que queramos llevarnos hasta el mundo nuevo. Qué queremos que se mantenga intacto incluso en la incertidumbre de un viaje oscuro. Los lazos que no queremos romper, las raíces que no queremos perder, las palabras que queremos seguir pronunciando y las ideas que no queremos dejar de pensar. Es un trabajo refinado. Un tratamiento. En la gran corriente, poner a salvo todo lo que apreciamos. Es un gesto difícil, porque no significa, en ningún caso, ponerlo a salvo de la mutación, sino, en todo caso, dentro de la mutación. Porque todo lo que se salve no será de ninguna manera lo que mantuvimos a salvo del tiempo, sino lo que dejamos que mutara, para que se transformara él mismo en un tiempo nuevo.”
Hasta aquí, el punto de vista de Alessandro Baricco. Una mirada que seguramente ampliará nuestra perspectiva…
*Alessandro Baricco (1958) es un novelista, dramaturgo y periodista italiano. Lic. En filosofía, músico y fundador de una novedosa escuela de técnicas de escritura. Reconocido mundialmente por sus originales novelas (entre ellas Seda, Océano Mar, Mr. Gwyn, y sus lúcidos ensayos, como Los bárbaros.)
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